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lunes, enero 08, 2007

adulto mayor : Ni pasivos ni improductivos

Ni pasivos ni improductivos: El poder de la tercera edad aumenta gracias al aporte del Bonosol

Texto | Contribuyeron a este reportaje Silvia Laborde,

y en las entrevistas Eric Ortega.

Cuando el Bonosol se pagó por primera vez, en mayo de 1997, muchos temieron que se tratara de un despilfarro de dinero invertido en un sector improductivo de la sociedad. Eran pocos los que confiaban en que el bono que se ponía a disposición de todos los mayores de 65 años contribuiría a reducir la pobreza y, por ende, a desarrollar el país. Nueve años después, investigaciones de especialistas de diferentes áreas muestran que el dinero del Bonosol ha servido para mejorar la calidad de vida de los ancianos, pero también la de sus hijos, nietos y la de toda su familia, y que ha tenido un impacto positivo sobre la economía del país.

Al comenzar el décimo año de vigencia del Bonosol, y pese a que su pago se interrumpió, ya se cuenta con testimonios y experiencias suficientes para evaluar su impacto. Es lo que hicieron diversos investigadores cuyos trabajos han sido reunidos y sintetizados en una reciente publicación de la Fundación Milenio (ver recuadro).

Entre el escepticismo y la controversia

Muchos recordarán que, hace ya casi una década, la implantación del Bonosol fue recibida con escepticismo, cuando no con abierta desaprobación, por economistas, analistas políticos y por quienes, en general, no compartían los lineamientos del entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Y es que la ecuación no cuadraba. El desarrollo, argumentaban, no se consigue regalando dinero a la gente, sino invirtiendo en la producción. Tampoco se confiaba en que los ancianos pudieran invertir ese dinero de forma productiva.

Cuando el 23 de noviembre de 2002 la Cámara de Diputados aprobó en grande la Ley del Bonosol, que incrementaba el bono anual a Bs 1.800 para todas las personas mayores de 65 años, lo hizo en medio de la polémica y con una estrecha mayoría de 66 votos.

A pesar de un contexto político dominado por la controversia, una opinión pública dividida, y marchas de apoyo a la medida, la Ley se aprobó y el Bonosol quedó instituido como una conquista social de los adultos mayores.

Lo que muestran las investigaciones

Cuando la Fundación Milenio inició el proceso que condujo a la publicación del libro “La inversión prudente”, una compilación de investigaciones de distintos autores en torno al Bonosol, se propuso examinar desde diferentes perspectivas el impacto que esas entregas de dinero han tenido sobre la vida, la familia, la salud, la educación y las finanzas de los beneficiarios. Por ende, se propuso determinar cuál había sido el impacto del Bonosol sobre la economía del país.

Para entenderlo, fue necesario entonces, como lo es ahora, partir de dos preguntas básicas: ¿quiénes son los beneficiarios del Bonosol y cómo disponen de ese dinero?

Se sabe que el Bonosol se entrega a todos los ancianos mayores de 65 años. Sin embargo, este dato general no revela a quiénes realmente llega. Dos encuestas realizadas en 1997 y 2003, cuyos resultados se publican en el libro de Milenio, muestran que 6 de cada 10 de los hombres y mujeres que reciben el Bonosol viven por debajo de la línea de pobreza. Es decir que, para más de la mitad de los beneficiarios, el aporte monetario de este subsidio es de crucial importancia. Y lo es mucho más entre los adultos mayores del área rural, ya que 9 de cada 10 de ellos son pobres y, en consecuencia, el dinero que reciben del Bonosol representa una ayuda más que significativa.

Uno de cada dos bonosolistas declaró que el Bonosol es el único ingreso que recibe al año, lo que corrobora la relevancia de ese beneficio para los ancianos. Podríamos preguntarnos, ¿qué hacían estas personas antes del Bonosol para sobrevivir? Probablemente dependían de la solidaridad de hijos o parientes, de la caridad de alguna institución, o de lo que pudieran conseguir por otros medios poco imaginables.

Los estudios realizados muestran que los beneficios del Bonosol no se limitan a los abuelitos, ya que sus familiares también sacan provecho de ese dinero. El 31% de las mujeres y el 50% de los hombres bonosolistas afirmaron que mantienen a uno o más de sus familiares. Y no son pocos los casos en que el Bonosol contribuyó a crear fuentes de empleo para los hijos y nietos.

Los recursos del Bonosol no se malgastan, como se temía, sino que tienen incidencia sobre el desarrollo económico y humano.

Las encuestas e investigaciones revelan que los beneficiarios emplean su dinero en medicamentos y tratamientos médicos(20%), en comprar alimentos (15%), en pagar deudas (5,4%) y ayudar a sus familiares o en satisfacer otras necesidades o darse alguna alegría (44,6%). Contra los pronósticos escépticos, un 16% del Bonosol se usa también para generar ahorros e invertir en la producción, especialmente en el área rural, donde el porcentaje que se emplea en la inversión es aún mayor.

Resulta ser que la confianza depositada en los ancianos cuando se pensó que serían capaces de invertir el dinero de manera inteligente, ha dado frutos.

El economista e investigador Sebastián W. Martínez, de la Universidad de Berkeley en California, establece en su trabajo que, en las áreas rurales, el Bonosol ha sido casi siempre invertido en forma productiva. También en el campo, donde el 24% de los hogares cuenta con un miembro elegible para recibir el Bonosol, éste ha contribuido a incrementar el consumo de alimentos. Su estudio muestra que por cada boliviano que reciben del Bonosol, las familias aumentan su consumo de alimentos en dos bolivianos, lo que solamente se explica porque emplearon ese dinero para aumentar su propia producción mediante la compra de materiales e implementos de agricultura; ganado y tierras. Algunas familias compran más semillas, otras adquieren herramientas de trabajo o animales, especialmente llamas.

El resultado final es que, entre las familias rurales que poseen tierras, el aumento en la producción es de 77,4 bolivianos al mes, y el incremento de tierras de cultivo es de aproximadamente media hectárea. Cifras importantes si consideramos que en el país las familias campesinas apenas cultivan en promedio poco más de tres hectáreas.

Esto significa que el dinero del Bonosol contribuye a dinamizar la economía nacional, aumentando el consumo, expandiendo el comercio y mejorando la producción agrícola y las oportunidades que tienen las familias del área rural.

Por otro lado, los ancianos de áreas urbanas y rurales emplean su dinero en beneficio de sus hijos y nietos, pues los datos muestran que compran útiles escolares y libros, y que también lo destinan al pago de servicios (luz y agua). También realizan préstamos a sus hijos para que éstos inviertan en negocios, especialmente en aquellas familias pobres que no tienen acceso a créditos.

Impacto social

Un programa de carácter social y solidario como es el del Bonosol no puede ser evaluado tan sólo por sus logros económicos. También debe tomarse en cuenta su impacto psicológico y humano; el grado en que promueve la dignidad y la autoestima del adulto mayor.

Los ancianos son tal vez el grupo más postergado de nuestra sociedad, entre otros factores, debido a su reducido número en un país mayoritariamente joven, como es Bolivia, y a su carencia de organizaciones representativas.

Aunque por lo general los ancianos son percibidos como un grupo “improductivo” y una carga para la familia, el estudio realizado para la ONG HelpAge International por Emmeline Skinner revela lo contrario. En Bolivia, son un grupo vigorosamente productivo; son hombres y mujeres que, lejos de representar una carga, muchas veces constituyen el principal sustento de sus familias.

La investigadora inglesa realizó un estudio cualitativo en tres barrios de la ciudad de La Paz y descubrió que tan sólo el 11,3% de los ancianos y el 24,3% de las ancianas vivía en los hogares de sus hijos como dependientes. Confirmó que los adultos mayores eran cabeza de la familia y principal fuente de ingresos en un 17,5% de los hogares estudiados. Estos datos muestran la importancia de los lazos intergeneracionales en nuestra sociedad, a la vez que reivindican a los adultos mayores como un grupo con capacidad productiva.

Los resultados de la investigación de Skinner coinciden con los de Martínez en sentido de que el Bonosol constituye un fondo de garantía o capital financiero para la inversión. Así lo revela el testimonio de Toribia, una anciana entrevistada para la investigación:

“Mis hijos me han dicho ‘prestame’. Les he prestado, y he dicho ‘ya. Porque me da, pues, me devuelven (...) Con interesito te voy a dar, ¿ya? Ya, le he dicho. Si con eso también interés me ha dado...”

Otro de los efectos del Programa Bonosol es el haber motivado a miles de ancianos, especialmente inmigrantes y pobladores del campo, a registrarse y obtener documentos de identidad, imprescindibles para el cobro del beneficio. Ejercer la ciudadanía plena abrió un mundo de beneficios para el adulto mayor. El nuevo ciudadano se enteró así que tenía derecho a la atención sanitaria gratuita y descuentos en el transporte público, entre otros.

El Bonosol también ha incidido positivamente en la organización de agrupaciones de ancianos, que los reivindican como un grupo política y culturalmente activo. Incluir en la agenda pública la problemática del adulto mayor ayudó a que los ancianos comenzaran a entender que son parte de un grupo social, que no están solos y que, al organizarse, pueden defender activamente sus derechos. El surgimiento de agrupaciones culturales (como son las Awichas) o políticas (como la Asociación Nacional de Bonosolistas) es ejemplo de ello.

Las conclusiones de Skinner establecen que el Bonosol es un instrumento de suma importancia para “reconocer los derechos de los ancianos a la dignidad, la autonomía y la independencia; a mejorar su estatus social y sus aptitudes para poner en práctica estrategias de vida exitosas”. Y es que, más allá de la dignidad que viene de poder cubrir dignamente sus necesidades básicas, el hecho de manejar su propio dinero, contribuir con sus familias y reconocerse como ciudadanos plenos, ayuda a mejorar la imagen que los ancianos tienen de sí mismos y el respeto que reciben de su entorno social.

Testimonios de esperanza

Para comprender la importancia del Bonosol como afirmación de dignidad y autoestima del adulto mayor, lo más efectivo es remitirnos a sus propias palabras. El periodista Eric Ortega, autor de un extenso reportaje sobre el impacto del Bonosol, se entrevistó con ancianos de la ciudad de La Paz para ver el subsidio a través de los ojos de sus beneficiarios.

Juan Aguilar Gutiérrez, de 78 años, dijo que lo primero que compra al recibir su dinero es ropa y comida. Ahorra algo y el resto lo distribuye entre sus seres queridos. Cuenta que les regala el dinero para lo que ellos necesiten. Sus nietos, por ejemplo, lo utilizan para sus recreos. “Ese día soy bien importante en mi familia", dice.

Elia, una anciana entrevistada, comenta: "Antes de que haya el Bonosol, nadie se acordaba de los ancianos; ahora no". Continúa... "yo lo gasto con él (señala a Mariano, su esposo) y con mi familia. A mi hijo le doy 200 bolivianos y le regalo 50 a mi nieto" (…) "ellos me agradecen harto".

El dinero no compra la felicidad, pero sí ayuda. Para los esposos Ramón Ajno Cusi y Gerónima Murillo Colmena, de 67 y 75 años, respectivamente, el bono solidario es su pasaje de retorno hacia su tierra natal: Jesús de Machaca. Ambos migraron a la ciudad de La Paz hace varias décadas. Se enamoraron, tuvieron hijos y decidieron envejecer juntos. La mayor alegría de Ramón es cobrar el Bonosol y llevar a su esposa a su tierra de origen.

"Yo era feliz cuando bailaba. Me gustaba la llamerada, pero ahora no puedo hacer nada", explica la mujer. "Ahora me gusta volver a mi tierra a mirar a la gente".

La encuesta realizada por Erick Schulze a los ancianos en el momento de cobrar su Bonosol revela que el 10,7% de los bonosolistas no había tenido nunca en su vida esa cantidad de dinero en las manos, 16% de la gente estaba impactada por la atención recibida y el 11% había sentido gran emoción y alegría.

Conquista social; derecho inalienable

Durante el último gobierno de Hugo Banzer se cuestionó la legitimidad del Bonosol. Ante la imposibilidad de anular la medida, que ya había sido apropiada como una conquista social por los adultos mayores y otros sectores de la sociedad civil, se optó por disminuir su monto a una suma poco mayor a los 800 bolivianos. También se cambió el nombre del beneficio, bautizándolo “Bolivida”.

Como respuesta a esta medida hubo varias movilizaciones de ancianos de todas las clases sociales y colores partidarios. Finalmente, se organizó la Asociación Nacional de Bonosolistas de Bolivia para defender lo que ellos consideran un derecho inalienable.

A partir de 2003, se fijó el monto del Bonosol en 1.800 bolivianos, que se mantiene hasta el día de hoy.

A pesar de ser una de las pocas políticas de Estado que han sobrevivido los últimos gobiernos, el futuro del Bono Solidaridad es incierto, como lo señala el ex Superintendente de Pensiones Guillermo Aponte. La razón principal es que, como consecuencia inmediata del Decreto Supremo 28701 de “Nacionalización de los Hidrocarburos”, de 1 de mayo de 2006, el Bonosol perdió su principal fuente de financiamiento. Cerca del 50% de los fondos que cubrían el bono provenía de los dividendos de las acciones de los bolivianos en las empresas petroleras capitalizadas, y el decreto confiscó “a título gratuito” las acciones de los ciudadanos para transferirlas a YPFB. En el mismo decreto, el Gobierno se comprometió a continuar con esta política aunque sin señalar cómo la financiaría, dejándola sujeta a una voluntad que podría cambiar para el próximo año.

Sin embargo, los ancianos ven al Bonosol como una conquista económica y moral que están dispuestos a defender. En las palabras del bonosolista Juan Aguilar Gutiérrez: "No vamos a dejar que nos quiten ese dinero". Él no comprende de economía ni de malabares políticos, pero sabe que ese bono le es imprescindible para pasar dignamente los últimos años de su vida.

El Bonosol ha sido un instrumento eficaz en la lucha contra la pobreza. Y es que se trata de alrededor de 100 millones de dólares al año que ayudan a reactivar la economía y crean empleo e inversión, protegiendo a miles de familias pobres, como lo demuestra el economista Luís Carlos Jemio, que fuera ministro de Hacienda. A la luz de estos resultados, es imprescindible reconocer que la confianza depositada en los ancianos al hacerlos receptores del bono solidario ha sido retribuida por ellos con prudencia y generosidad.

La inversión prudente. Impacto del Bonosol sobre la familia, la equidad social y el crecimiento

Es un libro que reúne seis investigaciones y un ensayo general sobre esa pensión universal que reciben los adultos mayores en Bolivia. La historia política del Bonosol fue elaborada por Fernando Molina, mientras que Guillermo Aponte analiza la gestión del programa, sus avatares institucionales y los desafíos de financiamiento.

La palabra de los beneficiarios ha sido sistematizada por Erick Schulze mediante dos encuestas de alcance nacional levantadas en 1997 y 2003, cuyos resultados se resumen en el libro.

La investigadora inglesa Emmeline Skinner estudió el tema desde una perspectiva antropológica, descubriendo los múltiples usos y significados del Bonosol para las familias y para los mismos ancianos que lo reciben.

Sebastián Martínez recurrió a las encuestas de hogares que aplica regularmente el INE para efectuar un profundo estudio econométrico del impacto del Bonosol, concluyendo que su efecto es significativo en la reducción de la pobreza y el mejoramiento de las condiciones de vida de la gente.

A conclusiones similares llegó el economista Luís Carlos Jemio con un estudio macroeconómico en el que se destacan los impactos positivos del Bonosol en la distribución del ingreso y el crecimiento económico.

El presidente de la Fundación Milenio y autor de la compilación, Roberto Laserna, en su ensayo introductorio, reconoce haber cambiado de opinión a partir de estos seis estudios, pues ellos presentan resultados concretos y no simples especulaciones ideológicas.

En conjunto, este libro muestra que el Bonosol, una política social que muy pocos países ofrecen a su población mayor, no solamente beneficia a quienes lo reciben, sino que tiene un impacto sobre el conjunto del país. Y demuestra que la transferencia de dinero en efectivo es un mecanismo eficaz para reducir la pobreza y darle poder al individuo.

El libro ha sido publicado por Fundación Milenio, en La Paz, en el año 2006

Saludos cordiales
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
CONSULTAJURIDICACHILE.BLOGSPOT.COM
Renato Sánchez 3586 dep 10
Santiago, Chile

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