Una imprevista explosión de violencia urbana ha venido a eclipsar el anunciado estallido callejero -que alienta la izquierda radical- en contra de la paralizada reforma petrolera: la caza de «emos» por parte de tribus urbanas rivales. Los gobiernos estatales, el Ejecutivo federal y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) han manifestado su preocupación ante los episodios de agresión, discriminación y violación de garantías individuales contra estos adolescentes ocurridos en distintas ciudades del país.
Con su extrema y andrógina delgadez, flequillos que les cubren media cara, labios pintados, ojos perfilados con rímel y vestimentas de color negro y rosa, los «emos» se han convertido en blanco de «punkies», «siniestros» (o «darks», o «góticos», como se les conoce por estos pagos) y otras bandas, que los rechazan por su presunta homosexualidad y los acusan de copiar su estilo e ideología. Los «emos» presentan un aspecto lánguido y deprimido, y casi la mitad de ellos -según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México- albergan tendencias suicidas que revelan al producirse cortes en la piel.
La CNDH sostiene que estas agresiones revisten especial gravedad, pues violentan los derechos de igualdad y de no discriminación y las libertades de expresión, asociación y reunión garantizados por la Constitución. Por tanto, el organismo trabajará de manera conjunta con los estamentos defensores de derechos humanos de los 32 Estados del país, ya que «este asunto incide en la opinión pública nacional y trasciende el interés de las entidades federativas». La Comisión ha hecho un llamamiento a la tolerancia y exhorta a los funcionarios a velar por el cumplimiento de las garantías constitucionales y los acuerdos internacionales, para que se respeten las diferentes expresiones sociales.
En las últimas semanas se han registrado actos vandálicos contra los «emos» en puntos tan distantes como Puebla, Querétaro, Oaxaca o el Distrito Federal. Entre los hechos investigados, mayor gravedad ofrecen las agresiones protagonizadas por elementos policiales en los Estados de Durango y Guanajuato y, en particular, las manifestaciones del alcalde de Celaya, reclamando a los «emos» que se retiraran del Centro Histórico «porque dan mal ejemplo». En Oaxaca, los diputados locales -denuncia la CNDH- alentaron la puesta en marcha de comités municipales de la juventud para evitar la formación de las denominadas «tribus urbanas, como los «emos» o «punketos»».
Medidas preventivas
El Gobierno federal también se ha interesado por el problema, y el titular del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Gilberto Rincón, ha pedido a los entes locales que implementen medidas preventivas para proteger a los «emos». Rincón destacó las acciones emprendidas por el Gobierno de la Ciudad de México para promover la tolerancia y la reconciliación entre estas bandas juveniles.
Las autoridades del D.F. convocaron a una cumbre a todas las tribus y organizaciones ciudadanas para poner fin al ambiente de intolerancia que se vive en la ciudad. La reunión no debió de lograr mucho más que unas «chelas» (cervezas) gratis para la chavalería, pues este fin de semana se repetían los incidentes durante una manifestación celebrada en el tianguis (mercadillo, rastro) del Chopo, donde desde hace décadas confluyen toda clase de tipos urbanos. Así las cosas, la habitual reunión de «emos» que se congregan cada sábado en la céntrica Glorieta de Insurgentes tiene ahora como invitados a centenares de agentes de la policía, emplazados con fines disuasorios.
La violencia urbana ha eclipsado el estallido callejero de la izquierda radical contra la reforma petrolera