¿Devaluada?
P. Raúl Hasbún | Sección: Religión, Sociedad
Un estudio de "marcas" afirma que la Iglesia Católica chilena ha ido devaluando la suya, en forma dramática y persistente. Analistas del estudio atribuyen tal descenso a lo que consideran un excesivo énfasis en temas de moral sexual, como la píldora del día después, el aborto y la unión homosexual. Sugieren, para mejorar el nivel de aprobación, concentrarse en temas de moral social, como el salario "ético" y priorizar iniciativas que se perciben en directo beneficio de los pobres, como construir viviendas y albergar desposeídos.
Uno de los tópicos favoritos en la intelectualidad liberal es presentar a la Iglesia católica como divorciada de la razón, distanciada de la realidad y desacreditada por conductas escandalosas de sus miembros. No faltan quienes le aconsejan someterse a criterios y estrategias de mercado, maquillar su imagen y acomodar su enseñanza a las expectativas y valoraciones más en boga.
Nada hay, en la Iglesia, que sea contrario a la razón. Ella vuela e invita a volar hacia la verdad mediante las dos alas de la razón y la fe. En materia moral, todo lo que la Iglesia enseña y propone tiene su correlato en la naturaleza humana, conocida mediante la ciencia y la experiencia. Con razón se ha dicho que el mejor reglamento para administrar una empresa son los Diez Mandamientos.
Quien recorra la Carta de Derechos Humanos, nuestra Constitución y nuestro Código Penal comprobará que sus preceptos, valores y bienes jurídicos sustantivos son casi un calco de las normas promulgadas por Moisés y Jesús, y antes por la misma estructura del ser humano. Ya por eso la Iglesia es la compañera más cercana del hombre en toda situación y necesidad. De ella deriva la creación de las escuelas y universidades, hospitales, casas de huérfanos, viudas y ancianos, acogida de leprosos y contagiados de Sida.
Ella ha sido la más potente defensora de la dignidad de todo ser humano, abogada inacallable de los derechos y deberes que se tienen por sólo pertenecer a la familia de seres racionales y libres, hijos todos del mismo Padre celestial, rescatados todos por la sangre de Cristo. En ella se cultivan los intelectos más potentes, gloria y faro de la Humanidad, como Tomás de Aquino y Alberto Magno; los corazones más ricos en misericordia, como Vicente de Paul, Alberto Hurtado y Teresa de Calcuta; los laicos más consecuentes con su respeto al derecho y al juramento, como Tomás Moro; los pastores íntegramente dedicados al servicio de sus ovejas, como el Cura de Ars y Juan Pablo II; los mártires que se adelantan a dar la vida por sus amigos, como Maximiliano Kolbe.
Esta es la Iglesia que convoca a más de un millón de jóvenes cada vez que el Papa los llama a celebrar y profundizar su fe. La que no se deja evaluar por encuestas, sino por su fidelidad a Jesucristo, cuya Palabra permanece idéntica, ayer, ahora y siempre.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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