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miércoles, julio 04, 2007

El corazón vacío: las peores desilusiones de las mujeres

El corazón vacío: las peores desilusiones de las mujeres

Posted: 03 Jul 2007 02:25 PM CDT


Hay mujeres abogadas, traductoras de italiano, dermatólogas, lanzadoras de jabalina, actrices. Hay algunas que quieren triunfar en Hollywood, otras casarse y tener muchos hijos, investigar en un laboratorio, o incluso comprarse una granja en el sur. No hay una igual a la otra. Todas tenemos nuestra carrera, nuestros objetivos, nuestros sueños. Todas somos distintas.

Sin embargo, nos une el amor. En materia de relaciones y sentimientos, somos todas parecidas. Nos enamoramos y decepcionamos exactamente de la misma manera.

Estas nueve desilusiones que detallo a continuación pueden, en principio, parecer un escaso muestrario de la realidad. No obstante, son las que sufre cualquier mujer. Los hombres pueden encontrarlas caprichosas, o incluso superficiales, pero desgraciadamente, no por ser arbitrarias duelen menos.

1. Cuando te das cuenta que tu papá ya está casado con tu mamá.
Cuando tenés tres o cuatro años, estás convencida de que tu papá es también tu novio. Con picardía e ilusión, le decís a todo el mundo que cuando seas más grande te vas a casar con él. Por las tardes, lo esperas sentada al lado de la puerta para contarle que, mientras él no estaba, tu celosa y truculenta madre te pegó con un palo, te retó, y te atiborró de acelga. Y si todos estas artimañas no dan resultado, conspirás abiertamente para desplazarla de la cabecera de la mesa y del lecho conyugal.

Llega un día, sin embargo, que, mirando una novela o conversando con un compañero de jardín, tenés una revelación precisa y sombría: tu padre, el primer hombre que te prometió todo, el que te hizo creer que eras la más linda de todas, el que te llevó de viaje y te cubrió de muñecas, el que le dijo a todo el mundo que eras su princesa, en realidad, ya está casado con otra.

2. Cuando una amiga te traiciona
Desde el primer día del jardín de infantes hasta el último año del colegio secundario, la persona más importante de tu vida es otra mujer: tu mejor amiga.

Vas a dormir a su casa tantas veces, que sus padres te tratan como a otra hija. Le confesás cosas tan privadas y patéticas, que luego de algunos años, compartís una intimidad soldada, conjunta. Nada puede separarlas. Juntas sobreviven a las injusticias de padres, maestros. Juntas sobrellevan las maldades de otras chicas y el pánico de la adolescencia. Juntas son una sola.

Pero llega un día, en que tu mejor amiga besa al chico del que estuviste enamorada, en secreto, durante toda la secundaria. ¡Al amor de tu vida! ¡A tu futuro marido! ¡Al padre de tus hijos! Lo besa y quiebra para siempre tu cándida confianza de íntima amiga. De alguna forma, la trastornada llegó a la conclusión de que tu pasión también era la suya. Y ese beso la transforma en una persona distinta, lejana, siniestra. Una persona que nos recuerda, que una amiga es una amiga, pero también es otra mujer.

3. Cuando te cortás el pelo bien cortito pensando que ibas a quedar fantástica y quedás como Gustavo Bermúdez
Cada tanto las mujeres nos levantamos insatisfechas. Algunas veces, intentamos solucionarlo comiendo cuatro kilos de masas finas, llorando frente al espejo o gastando toda la plata del alquiler en trapitos caros y mal cosidos que jamás nos vamos a poner. Pero también, de vez en cuando pasa, que ese mismo día concurren otras dos variables: hace calor y vemos una película de Halle Berry.

Apenas la vemos, pensamos en lo linda que es, en lo bien que le queda el pelo corto y en lo cómodo que debe ser cuidarlo, y decidimos (como si pudiésemos decidir algo con tanta tristeza) que nosotras necesitamos un cambio como ese.

Al día siguiente, le marcamos prepotentemente la foto de una modelo semi-calva al peluquero, que babea, degenerado, pensando en todo lo que va a poder tusar. Mientras nos corta el pelo, revolvemos revistas, hablamos frivolidades y nos imaginamos nuestro nuevo look. Cuando termina su tarea y gira la silla la imagen resulta tristísima. Además de una mujer deprimida, somos, desde ese momento, una mujer galletona y masculina, con el corte de un colectivero. Y no habrá hebillita, fijador de pelo o postizo que nos pueda ayudar.

Para leer el resto de la nota, hay que comprar la revista!
Saludos
Rodrigo González Fernández
Consultajuridicachile.blogspot.com
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