Valparaíso Departamento de Prensa Senado de la Republica de Chile
Promesas, confianza e identidad pública
Por Fernando Flores, senador por la región de Tarapacá
Nuestra identidad pública no solo se basa en las promesas que hacemos y cumplimos, sino que además en nuestras declaraciones públicas acerca de lo que decimos ser y en los juicios y caracterizaciones que otros mantienen sobre nosotros y mucho más.
Las promesas no son cosas que se hacen sino que sus compromisos en las conversaciones en las cuales emprendemos acciones y nos coordinamos con otros. No podemos evitar las promesas son la base sobre la cual construimos y tejemos en conversaciones nuestras vidas. Prometer es constitutivo de la vida humana. Es como la fuerza de gravedad, como respirar; prometer es un hecho inevitable de la vida en nuestro vivir con otros.
La confianza es fundamental en el prometer, porque cuando decimos que confiamos en alguien estamos diciendo que tenemos un juicio positivo de que esa persona cumplirá sus promesas. Incluso cada vez que una persona hace una promesa nos hacemos un juicio acerca de su sinceridad, competencia y responsabilidad.
Decimos que una persona es sincera cuando tenemos el juicio que la conversación privada acerca de su promesa es consistente con su conversación pública. A la inversa, decimos que es insincera cuando tenemos el juicio que nos esconde algo o que está sosteniendo una conversación privada diferente a la conversación pública.
Cuando una persona nos promete abrimos nuevas posibilidades y, al mismo tiempo, tomamos riesgos y nos exponemos a quiebres negativos. Algunas veces evaluamos el riesgo involucrado en cuanto a la sinceridad de alguien que es tanto como justificar la búsqueda de fundamentos para nuestros juicios.
Decimos que la confianza y la desconfianza son dos predisposiciones automáticas que tenemos en la vida respecto a las promesas y cuando rompemos una promesa necesitamos considerar las consecuencias, porque afectamos nuestra confiabilidad.
Al mismo tiempo, debemos observar que el costo de no romper una promesa puede ser aún más alto. Por ejemplo, si hemos prometido dirigir una reunión, y al momento de ingresar nos informan que un miembro de nuestra familia tuvo un accidente y está herido, nos veríamos en la necesidad de anular nuestra promesa. Podemos evaluar que, a pesar del costo para nuestra compañía, necesitamos hacernos cargo de nuestra familia.
Podemos efectuar algunas acciones para disminuir el costo de romper una promesa. Por ejemplo, avisar rápidamente a la persona a quien prometimos, y así disminuir las consecuencias de nuestra decisión de anular la promesa. También podemos ofrecer alguna alternativa para resolver el asunto involucrado en nuestra promesa. Podemos ofrecer una compensación por el daño que causamos pero, debemos saber y aceptar que cada vez que rompemos una promesa pagamos un costo en términos de nuestra identidad pública.
Esta se desarrolla a través de nuestra capacidad de hacernos cargo de los intereses de otras personas. Estos intereses se abordan a través de promesas y ofrecimientos que hacemos públicamente. En el espacio público somos lo que son nuestras promesas y ofertas . Necesitamos hacernos cargo de la forma en que somos evaluados en los dominios de nuestra sinceridad, competencia y confiabilidad. Nuestro desempeño y el juicio público acerca de nuestro desempeño, en cada uno de estos dominios, es una de las maneras básicas en que construimos nuestra identidad pública.
Si nuestras promesas y ofrecimientos pueden proveer condiciones de satisfacción que se hacen cargo de los intereses de otras personas y que muy pocos o nadie puede proveer, y si somos evaluados en forma positiva en nuestra sinceridad, competencia y confiabilidad, la gente estará dispuesta a dar parte de lo que tiene, a cambio de lo que ofrecemos. Un intérprete musical sobresaliente, por ejemplo, crea su éxito y su fortuna personal en las promesas y ofertas especiales que puede proveer. Las personas están dispuestas a pagar por escucharle, pero no lo harían para escuchar a otro. Lo mismo sucede en otras profesiones y en todos los campos.
Nuestra fortaleza social no sólo se expresa en términos de dinero, sino también en términos de prestigio social y poder. La confianza que nuestras ofertas y promesas puedan evocar de los otros, es un recurso social importante. Muchas personas dedican sus vidas a obtener reconocimiento social. Considere por ejemplo, a algunos científicos o escritores de renombre. Algo similar sucede con los políticos exitosos. El prestigio social y el poder son dimensiones fundamentales de nuestra identidad pública y por lo tanto, aspectos que deben ser considerados cuando la diseñamos.
Desde la oficina de Prensa del Senado, un interesante articulo: promesas , confinzas e indentidad pública del Senador Fernando Flores, un saludo Rodrigo González Fernández desde la
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miércoles, septiembre 28, 2005
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