Bachelet: una cita con la demagogia
"...desaparecen la libertad de educación y la libertad de enseñanza. Programas, profesores, vacantes, mallas curriculares, todo, todo controlado por quienes hablan en nombre de los estudiantes y de la sociedad..."
Por la educación pasamos todos. Ni la vivienda o el vestuario, ni la salud o el transporte, tienen la importancia que le adjudicamos los ricos y los pobres, los nobles y los villanos.
Porque desde la escuela y el liceo, desde el instituto y la universidad, parece que se nos abre la vida, que se nos muestra el horizonte. Y así es. Por eso, cuando la candidata concertacionista-comunista formula sus proyectos sobre la materia, el alma de millones de chilenos queda en vilo.
Importan ciertamente sus miradas sobre la educación básica y media, pero como esos infantes no votan, Bachelet ha centrado su discurso en la enseñanza superior. Poco antes de salir del país por motivos personales, bajó a terreno de modo concreto. En realidad, de modo bastante ramplón.
Centrada en la cuestión que más interés atrae, la gratuidad -era que no: ¿a quién no le gusta recibir beneficios sin esfuerzo?-, afirmó que "la gratuidad es para los estudiantes... Para que las universidades reciban recursos van a tener que firmar un convenio con el ministerio, que va a fijar un arancel fijo y no variable como ahora. Deben ser universidades acreditadas, sin fines de lucro -como establece la ley-, y eso tiene que asegurarse: van a tener que firmar un convenio en el cual se garantiza el mismo arancel para todos si se quiere recibir dinero del Estado para que los estudiantes puedan estudiar gratis".
¿No se entiende nada, o es ella la que no entiende nada?
Porque si hay gratuidad para todos, los aranceles no tienen ningún valor, importan cero. Y si los aranceles son iguales, las mismas carreras de distintas universidades, aunque tengan muy diferente calidad, recibirán aportes idénticos, generando una grave inequidad. Y si el arancel es fijo, ninguna facultad buscará mejorar, porque tendrá asegurado su ingreso.
¿Qué gurú le habrá hecho esta minuta a la candidata? ¿Qué comunicador la habrá convencido de que es bueno hablar así, justamente porque los chilenos no entienden lo que leen?
En todo caso, la candidata siguió las instrucciones con total fidelidad, porque agregó: "Una universidad podría decidir no entrar en el convenio, pero el Estado no le va a pasar un peso".
Una vez oí que los dineros de Codelco eran de todos los chilenos, aunque no los podemos reclamar. Ahora resulta que los dineros de todos los chilenos son del Estado. Por eso, si una universidad quiere ser autónoma, oh, sí, autónoma, vaya pecado, será proscrita: ni un peso "del Estado" le llegará. ¿Qué diferencia esa afirmación bacheletista del totalitarismo más burdo? Nada.
Pero ya sabemos por qué ella bascula entre la izquierda y la extrema izquierda. Lo tiene que hacer porque a uno de sus costados aparecen quienes afirman: "La gratuidad es clave, pero tampoco es en sí misma condición suficiente para la plena realización de la educación como un derecho; no puede concebirse la gratuidad de manera separada a la construcción de un Proyecto Nacional de Educación, hegemónicamente público en su composición, su orientación, y su función hacia los estudiantes y hacia la sociedad". Así habla el presidente de la FECh.
Da lo mismo si es la nueva ENU o la vieja ENU. Es lo que es: un proyecto hegemónico en que desaparecen la libertad de educación y la libertad de enseñanza. Programas, profesores, vacantes, mallas curriculares, todo, todo controlado por quienes hablan en nombre de los estudiantes y de la sociedad.
Por eso ella, que no quiere quedarse sin el apoyo de esos imaginarios, acude presurosa a la cita con la demagogia.
En este escenario, ¿van a quedarse de brazos cruzados los que educan, mientras arriesgan su prestigio, su patrimonio y, a corto plazo, su libertad y su dignidad?
Porque desde la escuela y el liceo, desde el instituto y la universidad, parece que se nos abre la vida, que se nos muestra el horizonte. Y así es. Por eso, cuando la candidata concertacionista-comunista formula sus proyectos sobre la materia, el alma de millones de chilenos queda en vilo.
Importan ciertamente sus miradas sobre la educación básica y media, pero como esos infantes no votan, Bachelet ha centrado su discurso en la enseñanza superior. Poco antes de salir del país por motivos personales, bajó a terreno de modo concreto. En realidad, de modo bastante ramplón.
Centrada en la cuestión que más interés atrae, la gratuidad -era que no: ¿a quién no le gusta recibir beneficios sin esfuerzo?-, afirmó que "la gratuidad es para los estudiantes... Para que las universidades reciban recursos van a tener que firmar un convenio con el ministerio, que va a fijar un arancel fijo y no variable como ahora. Deben ser universidades acreditadas, sin fines de lucro -como establece la ley-, y eso tiene que asegurarse: van a tener que firmar un convenio en el cual se garantiza el mismo arancel para todos si se quiere recibir dinero del Estado para que los estudiantes puedan estudiar gratis".
¿No se entiende nada, o es ella la que no entiende nada?
Porque si hay gratuidad para todos, los aranceles no tienen ningún valor, importan cero. Y si los aranceles son iguales, las mismas carreras de distintas universidades, aunque tengan muy diferente calidad, recibirán aportes idénticos, generando una grave inequidad. Y si el arancel es fijo, ninguna facultad buscará mejorar, porque tendrá asegurado su ingreso.
¿Qué gurú le habrá hecho esta minuta a la candidata? ¿Qué comunicador la habrá convencido de que es bueno hablar así, justamente porque los chilenos no entienden lo que leen?
En todo caso, la candidata siguió las instrucciones con total fidelidad, porque agregó: "Una universidad podría decidir no entrar en el convenio, pero el Estado no le va a pasar un peso".
Una vez oí que los dineros de Codelco eran de todos los chilenos, aunque no los podemos reclamar. Ahora resulta que los dineros de todos los chilenos son del Estado. Por eso, si una universidad quiere ser autónoma, oh, sí, autónoma, vaya pecado, será proscrita: ni un peso "del Estado" le llegará. ¿Qué diferencia esa afirmación bacheletista del totalitarismo más burdo? Nada.
Pero ya sabemos por qué ella bascula entre la izquierda y la extrema izquierda. Lo tiene que hacer porque a uno de sus costados aparecen quienes afirman: "La gratuidad es clave, pero tampoco es en sí misma condición suficiente para la plena realización de la educación como un derecho; no puede concebirse la gratuidad de manera separada a la construcción de un Proyecto Nacional de Educación, hegemónicamente público en su composición, su orientación, y su función hacia los estudiantes y hacia la sociedad". Así habla el presidente de la FECh.
Da lo mismo si es la nueva ENU o la vieja ENU. Es lo que es: un proyecto hegemónico en que desaparecen la libertad de educación y la libertad de enseñanza. Programas, profesores, vacantes, mallas curriculares, todo, todo controlado por quienes hablan en nombre de los estudiantes y de la sociedad.
Por eso ella, que no quiere quedarse sin el apoyo de esos imaginarios, acude presurosa a la cita con la demagogia.
En este escenario, ¿van a quedarse de brazos cruzados los que educan, mientras arriesgan su prestigio, su patrimonio y, a corto plazo, su libertad y su dignidad?
Fuente: EMOL
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU(
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