Polémica ha suscitado el que un importante número de diputados y senadores se encuentre fuera del país en esta semana distrital, la última de trabajo parlamentario antes del receso de febrero por vacaciones.
En el caso de los diputados, de un total de 35 que han viajado -lo que equivale al 29 por ciento del total-, 13 de ellos forman parte de delegaciones oficiales en las que van en representación de la Cámara. Es lo que ocurre con quienes se encuentran en Bélgica -invitados por el Parlamento Europeo a un seminario internacional- y en Mongolia -donde participan en la reunión anual del Foro Parlamentario del APEC. Los 22 diputados restantes se encuentran en Palestina e Israel, producto de invitaciones que les fueron extendidas por representantes de dichas comunidades. Distinta es la situación de los senadores, pues los 10 que se hallan fuera de Chile están realizando actividades oficiales.
Es evidente que el trabajo parlamentario no sólo se realiza en el Congreso mismo y en los distritos y circunscripciones, y que es perfectamente razonable que se hagan viajes al exterior, entendiendo que la interdependencia es un fenómeno de alcance global. Sin embargo, siempre debe haber un propósito que justifique esos viajes, que fácilmente pueden ser vistos por la ciudadanía como una suerte de abandono de funciones, en particular cuando no son unos pocos legisladores los que salen del país al mismo tiempo, sino muchos, como en este caso.
En este sentido, pareciera ser necesario abordar con mayor cuidado las actividades que se desarrollan durante las visitas a países extranjeros, especialmente considerando la publicidad que se da a algunas de ellas, lo que pone en entredicho el verdadero objetivo que se pueda estar buscando. La imagen que se proyecta de estas visitas es responsabilidad no sólo de quienes participan en ellas, que deben velar por que las actividades sean las apropiadas, sino también del Parlamento como un todo, porque es su imagen la que está en juego. Y poco debe importar, en esta línea, si los viajes son financiados por los propios congresistas o por quienes los invitan.
Este asunto, que podría parecer nimio, no lo es tanto cuando se desmerece el sentido de la semana distrital y se la usa en vísperas del receso mensual de febrero. Mejorar la percepción que tiene la ciudadanía de sus diputados y senadores requiere de una visión más integradora y sistémica de los efectos políticos de sus actuaciones, particulares y colegiadas.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
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