Viernes 30 de Noviembre de 2007
Japón no respeta el santuario antártico
Karin Ebensperger
Japón desafió de nuevo a la comunidad internacional. Hace unos días inició la mayor caza de ballenas en décadas. Planea matar unas mil ballenas, entre ellas la jorobada, especie en peligro de extinción y protegida por la moratoria de 1963.
Japón (Nippon, que significa literalmente el país del sol naciente) no puede seguir con tan oscuro comportamiento, ignorando que el poder nacional tiene un límite: el derecho internacional. Y además, de una cultura tan antigua, sofisticada y ceremoniosa, se esperan valores básicos de convivencia relacionados con la buena fe, la justicia y el respeto.
Hoy Tokio es el principal exterminador del cetáceo gigante. Desde que empezó la prohibición, ha matado unas 10.500 ballenas amparándose en un resquicio legal, ya que la Comisión Ballenera Internacional autoriza la caza limitada con fines científicos. El principal resultado "científico" es que los japoneses han obtenido millones de yenes con su abuso. Japón usa métodos en general deplorables en el mar, con una pesca de arrastre indiscriminada que arrasa con delfines y todo lo que exista en el área, con enormes barcos factorías que han mermado especies hasta el límite de la extinción.
Con toda razón, la Cancillería chilena ha protestado, EE.UU. también, y los activistas de Greenpeace intentan interceptar la flota japonesa en el mar. La caza de ballenas que Japón realiza en la Antártica ha sido condenada por la comunidad internacional numerosas veces y es una violación de la Convención de ONU sobre la Ley del Mar.
La Comisión Ballenera Internacional, que persigue la conservación de los cetáceos, creó el Santuario Ballenero Austral, un área marina que circunda la Antártica y en la cual está prohibida la caza comercial de la ballena. Cada año el organismo aprueba una nueva resolución condenatoria, y cada vez Tokio vuelve con su flota a matar al santuario.
La captura de ballenas se remonta a los orígenes de la humanidad, hay vestigios en cuevas y pinturas rupestres. Era una actividad peligrosa y emocionante. Pero con los barcos modernos y los arpones con cabezas explosivas que estallan al penetrar la piel del animal, hoy es una práctica que arriesga la extinción de la especie, en particular la ballena azul, la más perseguida y escasa.
Hay muchos misterios en torno a las ballenas; por ejemplo, cómo se orientan para recorrer miles de kilómetros desde el Mar de Bering y venir a parir a los mares del sur, y su estudio sistemático será un aporte para la humanidad. Japón parece no entender que no se trata de no cazar, sino de hacerlo de modo que los recursos vivos pueden ser un beneficio continuo si son explotados racionalmente.
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Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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